Un jamón ibérico bueno es un manjar al que pocos paladares se resisten. Sin embargo, el mundo del jamón es tan amplio que para ser un auténtico conocedor se requiere una amplia experiencia de cata. Por fortuna, la OCU, Organización de Consumidores y Usuarios, nos propone algunas claves que harán que nos sintamos como el mejor maestro jamonero. Aquí van las diferencias entre un jamón ibérico bueno y uno que es extraordinario.
Saber leer bien la etiqueta
La etiqueta del jamón ibérico ya determina su nivel de calidad. En ella se detalla si la pieza es ibérica al 100%, al 50% o al 75%. Si es del 100% es que el padre y la madre del animal del que se obtiene el jamón son de raza ibérica certificada. Si baja ese porcentaje es porque uno de los progenitores es de raza duroc o combina mezcla de razas.
La alimentación de los cerdos
La OCU también apunta a la alimentación como otro factor indicativo de la calidad. Los jamones de cebo son los que proceden de animales criados con piensos de cereales y leguminosas. Una pieza de este tipo es un jamón ibérico bueno, pero no es extraordinario.
Los jamones de cebo de campo son los que se obtienen de cerdos que pasan buena parte de su vida al aire libre, pero cuya alimentación combina estos piensos con alimentos que encuentra en la dehesa. Estas patas son de gama media y tienen un precio más elevado que los jamones de cebo. Los cerdos criados para producir estos productos se sacrifican a los 12 meses.
Por último, nos encontramos con el jamón ibérico de bellota. Ya no es un jamón ibérico bueno, sino que es extraordinario. Procede de cerdos que se alimentan solo de lo que encuentran en la dehesa y se sacrifican a los 14 meses de vida. El precio es más elevado y se va haciendo mayor cuanto más alto es el porcentaje de ibérico.
Alimentación y crianza son las claves que determinan la calidad de un jamón ibérico. Además, es muy importante que esta información esté bien descrita en el etiquetado.