El melón con jamón es una combinación clásica que se remonta hasta la Edad Media y que se ha conservado como todo un referente de la gastronomía española para consumir principalmente en verano.
Acudiendo hasta sus orígenes, este aperitivo, primer plato o incluso postre se asocia a un remedio medicinal. Durante la Edad Media y el Renacimiento, la teoría hipocrática de los humores dividía los alimentos en fríos, calientes, húmedos y secos, y atendiendo a las características del paciente, se recomendaban unos u otros.
Las frutas frescas se consideraban dañinas por su alto contenido en agua. Eran desaconsejables para el proceso digestivo por su humedad y temperatura fría. El melón era una de esas frutas “peligrosas” que solo podía ser consumido en combinación con otros ingredientes secos y calientes. Aquí es donde aparece el jamón.
Esta teoría se fue popularizando, a pesar de que en esos siglos solo las personas más acaudaladas tenían acceso a un doctor. De este modo se fueron introduciendo esta y otras combinaciones ya clásicas, como las peras con vino.
De plato medicinal a tradicional
A pesar de que en España es santo y seña de la gastronomía ibérica, el melón con jamón fue más famoso en Italia. En nuestro país aparece ya como muy habitual durante el siglo XIX. De hecho, en el año 1883 se consideró como plato dorado en honor a Benito Pérez Galdós, el ilustre escritor.
En esa ocasión se utilizó melón con jamón de Trévelez. Los años fueron pasando, y ya en el siglo XX, con el régimen franquista, el plato pasó a estar presente en las cenas de galas servidas por el dictador.
De ahí a su presencia habitual en bufés, convites nupciales y restaurantes populares en la década de los 70 y 80 solo hay un paso. En la actualidad, esta combinación sigue siendo muy deseada por muchos comensales y es una opción muy común como primer plato.